La familia Hernández Hobbas era una familia uruguaya que se había radicado en Argentina desde hace tiempo. Los padres, Nelson Hernández Silva y Lourdes Hobbas Beluscei de Hernández tenían cuatro hijos: Beatriz, de 16 años, Washington, de 15 años, Esteban y Andrea, de cuatro años.
En noviembre de 1974 Nelson Hernández Silva fue detenido en la República Argentina y puesto a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. Fue liberado en mayo de 1977, trasladándose a España en noviembre de ese mismo año. En 1994 murió en París, donde estaba exiliado.
Lourdes Hobbas fue secuestrada en la vía pública en San Fernando por un grupo de hombres armados y de civil el 5 de julio de 1977 quedando sus 4 hijos con amigos.
Beatriz Hernández Hobbas, la mayor de los hermanos, fue secuestrada en la pizzería Focaccia de la localidad de Munro (Provincia de Buenos Aires), a el 5 de julio de 1977. Fue llevada viva, y no se supo más de ella.
Después de ser secuestradas Lourdes y Beatriz, Washington Hernández Hobbas quedó con otra familia. Ese, su nuevo domicilio, también fue allanado el 6 de julio de 1977. Cerca de las 17 horas irrumpió en la casa un grupo de hombres de civil, fuertemente armados, y luego de inspeccionar todo, se llevaron a 3 mujeres y a Washington Fernando.
Fernando fue visto en dos oportunidades más; en ambas fue puesto como señuelo para capturar a otras personas. Era usado para denunciar las posibles casas donde sus padres se reunían con amigos, o para que lo fueran a buscar sus amigos, tendiéndoles una emboscada. Hasta el día de hoy no hay noticias ciertas sobre su paradero, permanece detenido-desaparecido.
Andrea Hernández Hobbas, de 5 años, luego del secuestro de su madre y de sus hermanos Beatriz y Washington, quedó a cargo de compañeros de militancia de su madre, quienes, para preservarla de la persecución que sufrían, la dejaron al cuidado de una persona conocida, en la zona de Beccar (Provincia de Buenos Aires). Posteriormente, fue imposible establecer la identidad y paradero de esta familia.
Andrea, finalmente, se acercó en 1998 a Abuelas de Plaza de Mayo porque sospechaba ser hija de desaparecidos, y en 1999 recuperó su identidad, econtrándose con Esteban, el cuarto hermano, que vive en Montevideo, quien no había sido secuestrado por no encontrarse en su domicilio en el momento de los allanamientos.
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Francisco y Abel Madariaga compartieron la historia de su búsqueda con la comunidadEnviado por Sec_extension el Mié, 23/03/2011 - 17:01. El 101º nieto recuperado por Abuelas de Plaza de Mayo y su padre brindaron una conferencia en la que hablaron de su búsqueda mutua durante más de 30 años, el reencuentro, la lucha por la identidad y la importancia de difundir para que “esto no vuelva a suceder” “Nací en cautiverio en Campo de Mayo, en 1977. Mi madre era médica cirujana, montonera de la zona norte, y la secuestraron. A mi me robaron unos militares, me criaron toda la infancia con mucha violencia y a los 20 años las dudas eran cada vez más por las vivencias, por la difusión de Abuelas, y por saber lo que había pasado en el país. Yo me acerqué a Abuelas y pude conocer mi identidad, que es lo más grande que uno puede tener. Sin eso no podés formar una familia, no podés hacer nada”.
El relato estremecedor surge sin odio ni rencor de la boca de Francisco Madariaga, el 101º nieto recuperado por la Abuelas de Plaza de Mayo, quién brindó hoy una conferencia junto a su padre, Abel Madariaga, secretario general de esta Asociación, invitado por la Universidad Nacional de la Patagonia Austral en el marco de las actividades por el Día de la Memoria, por la Verdad y la Justicia.
En declaraciones a la prensa previas a la charla que ofrecieron juntos en el Auditorio de la Secretaría de Turismo, Francisco Madariaga reconoció que su caso, resuelto a comienzos de 2010 es especial: “Dentro de la tristeza que son la mayoría de las historias, que muchos jóvenes no encuentran a nadie vivo, y a veces a esta altura ni a sus abuelas, encontrar a tu padre vivo y que te pueda contar la historia es un regalo de la vida”.
El joven comentó que si bien las dudas terminaron de cristalizar a los 20 años, tuvo una infancia y una adolescencia en las que su afición por el malabarismo y su compromiso social no cuajaban con las costumbres y la forma de pensar de sus apropiadores. “Todo el tiempo me preguntaba de donde me veían esas cosas y hoy encontrar la lucha que tuvieron Abel y Silvia (su madre) me va llenando ese vacío”, explicó.
Francisco se recuerda “reacio a lo que la familia de apropiadores te va queriendo inculcar” y con “la sensación de que le faltaba algo a mi vida, que era ni más ni menos que tener mi propia identidad”.
De manera casi inconsciente, fue durante la adolescencia participando en distintas actividades culturales que generaba Abuelas de Plaza de Mayo, sin saber que años después encontraría en esta entidad “la verdad”.
Hoy junto a su verdadero padre – de notable parecido- , y en proceso judicial contra sus apropiadores Francisco dijo que lo más importante “es la difusión de todo esto, para seguir encontrando a los nietos que faltan aparecer”.
Consideró también que es indispensable “saber lo que pasó en la historia del país, en la dictadura, que fue lo más oscuro del último tiempo en la Argentina, más que nada para que no vuelvas a suceder, porque ha hecho mucho daño esta gente”.
“Esto no terminó. Falta mucho por hacer y hay mucha gente que tiene que pagar lo que hizo”, expresó finalmente. Un agujero en el alma Por su parte, Abel Madariaga, padre de Francisco y secretario general de Abuelas de Plaza de Mayo – Asociación a la que se sumó con el retorno de la Democracia y luego de un duro exilio en Suecia- contó que el vacío que le generaba la falta de su hijo “es algo imposible de explicar, porque era como tener un agujero en el alma”.
“El día que me vinieron a buscar para informarme que habían encontrado a mi hijo yo estaba de vacaciones y no lo podía creer. Estaba a 124 kilómetros de la capital, y cuando lo encontré, que somos idénticos, que es idéntico a mi papá, que es igual al cuerpo de su mamá, fue como si ese agujero se tapara de golpe”, expresó Abel quien se definió a si mismo como “el ganador más grande que hay en el mundo”.
Desde su rol institucional, Madariaga padre sostuvo que “la tarea de memoria y búsqueda de chicos continúa, porque todavía falta encontrar casi 200”. En tal sentido, consideró que “a corto plazo se van a dar muchos logros, por toda una estrategia de investigación y porque la labor de Abuelas es impresionante”.
“En todo el país hubo represión ilegal. Todo el mundo ha perdido su identidad, pero además hemos perdido la identidad como Nación; no solamente nuestros hijos, que fueron un botín de guerra, sino todos, y eso es lo que hay que reconstruir con la juventud”, agregó Abel, quién consideró que “lo menos que podemos hacer es mantener la memoria y contar lo que ocurrió en el país para no olvidar y para que esto no se repita”. http://www.unpa.edu.ar/node/1827 |